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miércoles, 10 de agosto de 2011

Tecnología :: Bits, arte y corazón.

   
Anteriormente a la época de las consolas actuales existió lo que ahora recuerdo entre neblinas y que significó para muchos como yo el inicio del mundo de las consolas de videojuegos. Desde la Atari 2600 hasta la XBOX 360, PS3 y Wii ha llovido mucho, por más que los analistas estén siempre comparando versiones y tecnologías. Por ejemplo, no sólo de franquicias vive el videojugador (a partir de ahora me referiré a esto como "jugón"). Siguen existiendo videojuegos que no forman parte de una trilogía o de una serie que olvidó su razón de ser, pero son los menos. Ahora se lleva más añadirle mediocridad a un título que en principio iba a ser único, y como resultado tenemos una trilogía o serie mediocre o sólo aptas para públicos poco exigentes. 



   El caso es que hace poco he recordado lo bien que me lo pasaba hace años, cuando lo único que tenía que hacer era estudiar y no dar mucho ruido. Lo de no dar ruido era fácil, pero lo de estudiar no tanto. Eso sí, cuando estudié alguna vez tuve recompensa en forma de consola. Sobre la primera que tuve no me alargaré. Era una Atari 2600 y las máquinas Game&Watch tenían mejores juegos. Cuando yo pude tener esta consola hacía tiempo que esos juegos estaban más que obsoletos, de manera que no le pude sacar mucho jugo y sólo pude comprar otro cartucho (sí, cartucho) de no sé cuántos juegos. Pero parece que en algún momento saqué alguna buena nota que llevó a los dioses y el azar a conseguirme una NES. Por supuesto Super Mario Bros., y tantos otros como Megaman 2 eran como tener la NASA en el hogar, con todos sus píxeles, sus 8 bits y su escasa paleta de colores. Al poco de tenerla me prestaron dos juegos que nunca olvidaré, uno por su simplicidad y otro por su por entonces larga duración...eran Tetris y Teenage Mutant Ninja Turtles. En aquel tiempo pude disfrutar de esa novedad llamada alquiler de videojuegos, mediante la cual tuve a mi disposición Megaman 3, Castlevania, etc. Cómo disfruté de aquellos sonidos, aquellos sprites a veces parpadeantes y algunas de aquellas melodías que, bendita sea mi memoria musical, aún recuerdo. 
   Como decía, alquilaba videojuegos. Y debo haber hecho algo bueno en otra vida, aunque nunca sabré el qué. Es mi manera de expresar mi agradecimiento a un señor de Japón que estará en su casa muy a gusto. Aquel día no había muchos juegos disponibles para NES en el stand. Le pregunté al dependiente (el Juanlu, un tío simpático con coleta) si no había más y me respondió que no, que esos eran los que quedaban para alquilar. Ninguno me llamaba la atención. Normalmente uno tiende a identificar el contenido con el aspecto exterior, y además no conocía los nombres de aquellos juegos que nadie había alquilado. Pero había uno que destacaba sobre el resto. La caja era dorada, y no conocía el nombre del juego, pero decidí llevármelo.




   En ese momento no lo sabía, pero estaba ante una obra maestra cuya esencia aún perdura en el tiempo y lo que estaba por venir.
   Si yo hubiera sido protagonista de Aladdin o Scott Pilgrim contra el Mundo, en aquel momento me habría coronado un neón o un letrero que dijera: acabas de descubrir The Legend of Zelda.
   He conocido verdaderas obras maestras del videojuego, que quedarán en mi memoria cuando nadie se acuerde, ahora no estoy tan implicado en ese mundo, pero cuando pude, conocí la magia. Ha habido SuperMarios, Metroids, Mario Karts, Thunder Force, Secret of Mana, The Secret of Monkey Island, y tantos que me dejaron gran huella, pero lo que me ha hecho sentir The Legend of Zelda en su sucesivas apariciones no tiene comparación. En cada nuevo juego el sentimiento era notable, quizá en unos más que en otros, pero la rama principal es intocable. Por este orden, y sé que me dejo alguno:





















   Como me conozco, sé que quiero extenderme y hablar largo y tendido sobre los juegos de Zelda, pero no lo haré, prefiero dejaros con mi impresión que a lo largo de los años no sólo no he olvidado, sino que lo recuerdo mejor que nunca porque me enseñó lo que un videojuego debe transmitir, no importa el género. Sin ir más lejos me encontré el otro día escuchando el tema Zelda's Lullaby orquestado y poniéndoselo a mi hijo de 2 meses. 
   Y si yo no os he conseguido transmitir lo que pretendía, echaré mano de un maestro en emociones. El enlace que pondré a vuestra disposición es la mejor muestra que puedo encontrar de transmitir lo que Zelda significa para mí, y espero que mucha gente más.(*)
   Gracias, Shigeru Miyamoto.
   (*)Gracias, David Freeman. Gracias ON Team. (Descargar programa 1x13) 




     Vídeos:



                                 

                                 


                                     


 Fotos:




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