A muchos nos llega el momento en que después de una travesía, sabiendo a qué nos dirigimos (o no), encontramos el remanso de tranquilidad que nos convierte en seres de rutina. El ser humano, al igual que ese paraguas olvidado en el coche, muestra los síntomas de la inercia, la cual nos lleva siempre a conservar el estado actual, y todo cambio requiere de nosotros una adaptación.
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